domingo, 30 de diciembre de 2012

Empecemos con un para siempre.

Capítulo 5:
Àlex va hacia los vestuarios acompañado de su compañero que aún sigue un poco preocupado. No se siente cómodo siendo el centro de atención. Toma una ducha rápida. Se pone la ropa con la que había llegado al polideportivo. Se echa un poco de colonia y con el pelo todavía empapado sale del recinto. Vuelve a colocarse los cascos. Enciende de nuevo su MP3. Esta vez suena Imagine de John Lennon. Hay que reconocerlo, le encantan los clásicos.
La temperatura ha bajado y hay bastante humedad. Se le sonrojan ligeramente las mejillas y la nariz por el frío. Empieza a toser. Llega a la calle en la que vive. La calma se ha ido. A pesar de llevar los cascos puestos Àlex nota un murmullo. Quita la música y guarda los cascos y el MP3 en su bolsa. A medida que va subiendo la calle el murmullo se hace más fuerte. Es una discusión. Reconoce perfectamente la voz de María en esa conversación. No consigue entender cual es el motivo de tanto jaleo. En ese momento la chica sale de casa dando un portazo. Lleva una mochila al hombro. Camina rápido y con paso firme. Parece no haberse percatado de la presencia del chico, que sigue mirándola. Empieza a alejarse, cuando la madre de María abre la puerta y sale al porche. -¡María, vuelve aquí ahora mismo o no entras más en casa!- La chica se gira. -¡Puede que sea lo mejor, irme y no volver!- Grita con la voz temblorosa. La rabia le corroe por dentro. Se vuelve a girar y sigue andando. Àlex no se lo piensa dos veces. Corre detrás de la chica y la agarra del brazo. -Eh, eh, eh ¿Dónde vas?- Se gira y ve al muchacho. Su expresión de rabia cambia a una de impotencia y debilidad. -No lo sé...- Las lágrimas empiezan a manar de sus ojos y recorren sus mejillas. -Me buscaré algún hotel o me iré al centro con Sandra.- Suspira con resignación al verse apenas sin recursos. Se limpia las lágrimas. -Ni hablar, el centro está bastante lejos y ya es de noche. Tú te vienes conmigo a casa.- Pone las manos sobre los hombros de la chica y los acaricia suavemente. Ella tiene ahora un aspecto frágil y delicado que hace que se vuelva protector con ella. -Pero, ¿cómo me voy a meter en tu casa? No se lo has dicho a tus padres ni nada- Posa la bolsa en el suelo. Frota sus manos para calentarlas. Él las coge entre las suyas y las acaricia. -Confía en mi, ¿vale?.- Le sonríe de una forma especial. Aquella sonrisa transmitía confianza y seguridad, era una sonrisa cálida y cautivadora. María sonríe un poco más calmada. -Vale, pero no quiero molestar.- Àlex enarca una ceja. -Siempre tienes que andar con peros...- Suspira. -Te estoy diciendo que no te preocupes, ¿no?- Ríe dulcemente. -Vale, vale...- Ella deja salir una suave carcajada. -Venga, vamos que hace un frío que pela- Sonríe. La mira y recoge su bolsa del suelo. Ambos caminan hacia la casa del muchacho. Saca las llaves de casa. Abre la puerta y la invita a pasar con un gesto. -Ven.- Suben las escaleras. -¡Mamá, ya estoy aquí!- Solamente hay silencio. Recorren la planta de arriba. Está vacía. El muchacho encuentra un posit pegado en la mesa de la sala de estar. "Estoy en una concentración con el grupo de lectura, tienes la cena en la nevera. Pasaré la noche en un hotel de Igualada. Un beso. Mamá." Àlex curva en sus labios una media sonrisa. María le mira sin saber muy bien lo que ocurre. -¿Qué pasa?- Se gira hacia ella sonriendo. -Nada, que estamos solos. Mi madre es una friki de la lectura y se ha ido a Igualada a una concentración con su grupo de lectura, no llega hasta mañana.- Ríe y sale de la sala de estar. -Ah, ¿debería tenerte miedo si nos quedamos solos?- Ríe y le sigue por los pasillos. -No, creo que no. Nunca me ha comido a nadie ni nada de eso- Bromea y se para frente a una puerta. La abre y entra. Busca a tientas el interruptor de la luz por la pared. Lo encuentra y lo activa. Parece su cuarto. Una habitación con aire juvenil. Paredes de color verde pálido, estanterías, armarios y muebles de madera de un color claro, edredón de la cama blanco, hay un escritorio con un portátil y una lámpara de estudio. Una estantería llena de libros, Becker y Shakespeare firman la mayoría de ellos. En una esquina de la cama un pequeño montón de ropa perfectamente doblada. -Vaya, bonita habitación y que ordenada.- La muchacha pasa y sonríe. Lo examina todo al milímetro. -¿Dónde puedo dejar esto?- Se quita la mochila que lleva colgada al hombro. Él se gira y la mira. -Ahí mismo.- Señala un espacio al lado de la cama. Abre el armario y saca de la balda de arriba un colchón hinchable y una pequeña máquina con una boquilla. Extiende el colchón e introduce la boquilla de la máquina en un agujero que hay en un lateral. Acciona el interruptor del aparato y el colchón se hincha poco a poco. -¿Tienes hambre?- Àlex mira a la chica sonriente y se dirige hacia la puerta. -Un poco- Ella le sigue. Bajan las escaleras y llegan a la cocina. Él busca por la nevera en busca de la comida que le había dicho su madre. Nada. Está prácticamente vacía. -¿Qué te parece si pedimos una pizza?- Se gira hacia la chica cerrando la nevera y se apoya en la encimera. -Genial.- María sonríe. -Vale, pues entonces voy llamando a la pizzería, tu mientras puedes darte un baño si quieres, te vendrá bien para relajarte y entrar en calor.- Sonríe y sube las escaleras. -Me parece bien.- La chica le sigue escaleras arriba. Van a la habitación. Ella coge un pijama de su bolsa y él comprueba el colchón al que todavía le falta un poco para acabar de hincharse. -Ven, te enseñaré el baño.- Salen de la habitación y caminan por un pasillo. Llegan al fondo de este y giran a la derecha. El muchacho abre una puerta blanca y entran. La chica mira a su alrededor. Una bañera, un lavabo, una estantería, un pequeño armario y poco más. Àlex señala el armario. -Ahí tienes las toallas y en la estantería el champú y el gel.- Se gira para irse. -¡Ah! Y ten cuidado, gradúa bien el agua, que al principio sale el agua muy caliente.- Le dedica una media sonrisa y desaparece, cerrando tras de sí la puerta. María se apoya en el lavabo. Deja las tollas sobre el mármol. Se retira el pelo de la cara con una mano. Se muerde suavemente el labio inferior. Su gesto de preocupación se transforma en una amplia sonrisa cuando aparece el joven en sus pensamientos. -Esto empieza a asustarme...- Susurra para si misma. Resopla y se gira de cara a un espejo que hay sobre el lavabo. Mira sus mejillas sonrojadas. Se da cuenta de que el causante de ello es él. Se sonroja más. Ese chico ha pasado de ser uno de los pocos amigos que tenía allí a ser la persona en la que pensaría todas las noches antes de irse a dormir. Curiosamente, hoy, tendría que hacerlo a su lado. El hecho de pensar que se pasará la noche dándole vueltas a eso, mientras él duerme al otro lado del colchón la inquieta. El tiempo que pase allí puede convertirse en un infierno o, al contrario, en la oportunidad perfecta para olvidarse de todos los problemas.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Empecemos con un para siempre.

Capítulo 4:
Él sigue consolándola con caricias. Ella, después de haber llorado de continuo en los brazos de Àlex, sin ni siquiera darle una razón, levanta la cabeza. Respira hondo y se limpia las lágrimas. -Perdona...- Consigue articular palabra con dificultad y con voz temblorosa. -Eh... ¿Por qué me pides perdón?-  Susurra él mientras sostiene la cara dela chica entre sus manos para mirarle a los ojos. -Porque... No quería que tuvieses que aguantar esto...- Ella clava su mirada en él y habla una vez recompuesta del todo. -No importa María, pero... que sepas que estoy aquí para todo, ¿vale?- Él le dedica una media sonrisa que hace que, los labios de la chica, se curven ligeramente. -Gracias Àlex.- Ella vuelve le vuelve a abrazar, rodeando el torso del muchacho con sus brazos. Él le abraza también y rodea los hombros y el cuello de la chica. Le da un beso en la frente. -De nada.- Susurra dulcemente y se quedan así un tiempo. -María, me tengo que ir, lo siento.- Recorre la espalda de la muchacha con sus manos y se separa de ella. -Vale.- Ella pone sus manos sobre el pecho de Àlex y las deja resbalar por él mientras se separa. Ella se apoya en la verja. -¿A dónde tienes que ir?- Pregunta con la esperanza de que sea algo sin importancia y pueda quedarse con ella. No quiere que se vaya. -Voy a hacer la prueba para el equipo de fútbol de la zona.- Sonríe. -Ah, seguro que te cogen...- Le contesta con un tono triste, de decepción. - Si, espero...- La nota triste. -Luego me pasaré por aquí, si no te importa.- La mira. -Vale, está bien.- Ella sonríe un poco. -Adiós.- Él se despide y le de acaricia suavemente la mejilla, cosa que hace que ella sonría. -Adiós.- Àlex se gira y camina calle abajo.

Vuelve a enfrascarse en su música y así, prácticamente aislado del resto del mundo, sigue el camino que lleva al campo de fútbol. Observa a su alrededor, solo hay árboles, casas y tranquilidad, mucha tranquilidad, tanta que resulta irritante. Suena Forever Young, la versión de Alphaville. Él sonríe, esa canción le encanta, es una de sus preferidas se puede decir. "I want to be forever young. Do you really want to live forever?" canta el intérprete. "¿Está de broma? Claro que quiero vivir para siempre, claro que quiero ser joven eternamente." Piensa Àlex con esa media sonrisa, que le caracteriza tanto, en los labios. Tanto reflexionar sobre la letra de la canción y otros temas que le iban viniendo a la cabeza, había llegado al campo de fútbol. Atraviesa la valla  de entrada, entra en un edificio, camina por un largo pasillo hasta que encuentra un cartel. "VESTUARIOS". Entra y mira el vestuario, pared cubierta de baldosas blancas, bancos de madera y perchas a lo largo de la pared, al fondo, las duchas, espejos... "Un vestuario normal y corriente." Piensa él mientras posa su bolsa sobre uno de los bancos. La abre y saca la ropa y las botas de fútbol. Se cambia y guarda la ropa de calle en la bolsa. Se coloca las espinilleras y se sube las medias. Coge la botella de bebida isotónica y sale al campo. Allí se encuentra con un grupo de muchachos, todos de su edad o un año menores, más o menos. Junto a ellos, un tipo realmente grande, alto, muy alto y de espaldas anchas. Un hombre entrado en años. Cuarenta y largos, cincuenta, intuye Àlex. Todos se giran cuando perciben su llegada. El hombre le mira y da un paso hacia delante. -Tu eres el nuevo, ¿no?- Él mira al tipo un poco cortado. -Si, soy Àlex.- Los demás chicos le miran de arriba abajo, inspeccionando hasta la última arruga de su camiseta. Susurran entre ellos. Les dedica una mirada un tanto desafiante y se callan. -Bien, te haré unas cuantas pruebas a ver donde te podemos colocar...- El comentario del entrenador ofende un poco a Àlex "Ni que fuera un mueble, para colocarme en ningún sitio" Piensa mientras asiente con la cabeza. -Está bien- El entrenador hace un gesto al resto de los jugadores para que se pongan a calentar. -Antes de nada, tengo que tomarte los datos, rellena esto.- Le da una hoja de inscripción, le pide el nombre, los apellidos, la fecha de nacimiento, DNI, número de la seguridad social, dirección, teléfono, información básica a fin de cuentas. Rellena el impreso y se lo devuelve al entrenador. -Está bien, calienta un poco y empezamos.- Corre unas cuanta vueltas al campo, calienta las articulaciones y estira. El hombre toca el silbato y todos acuden corriendo de inmediato. Se dirige a Àlex. -Por cierto, me llamo Marc.- El muchacho asiente. Esta vez se dirige al grupo entero. Da explicaciones del ejercicio que van a realizar a continuación. Resumiendo, unos cuantos regates hasta medio campo y sprintar hasta línea de fondo. Se colocan en dos filas, cada una de ellas en el extremo contrario del campo. Comienzan a hacer el ejercicio. Hacen planchas, abdominales, lumbares, ejercicios de tiro y defensa. Queda un cuarto de hora para el final del entrenamiento. Los dividen en dos grupos, a uno de ellos se les da unos dorsales para diferenciarse del otro. El entrenador se le acerca. -Ahora, te quiero ver en acción.- Le sonríe y se coloca en el banquillo a observarle. Empieza el juego. El balón va de un lado a otro es tocado por varios jugadores, hay pases, regates, pérdidas de balón. Por fin le llega el balón, regatea a dos jugadores, da un pase a unos de sus compañeros a el que le llega la defensa rápidamente y se queda sin posibilidad de tirar, el resto de sus compañeros están marcados por otros jugadores, sprinta en diagonal hacia la portería. Recibe el pase de su compañero. Controla el balón con el pecho, lo coloca. Chuta con fuerza hacia portería. El portero se tira a por el balón pero a apenas llega a tocarlo con la punta de los dedos. El balón entra en la portería y pega contra la red. El entrenador se levanta y le aplaude. Toca el silbato. Los jugadores acuden corriendo, fatigados, liberando adrenalina, el sudor recorre la frente de muchos. -Chicos, darle la bienvenida a un nuevo miembro del equipo...- Señala a Àlex y vuelve a aplaudir, los demás lo hacen a coro. Él curva en su boca una pequeña sonrisa de satisfacción. Se echa hacia delante apoyando las manos en sus rodillas a modo de soporte, respira hondo intentando recomponerse. -Podéis iros a la ducha.- El entrenador camina hacia la salida del campo. El chico sigue con la misma postura, inspirando y expirando lentamente. Sus nuevos compañeros pasan por detrás de él, camino de los vestuarios y le dan una palmada en la espalda. El último de ellos se para junto a él. -Eh, ¿estás bien?- Àlex se incorpora despacio y mira a su compañero. Le pone una mano en el hombro. -Si, tranquilo...- Sonríe ligeramente y sigue fatigado, bastante si te paras a pensar que hace ya un tiempo que ha finalizado el entrenamiento. -¿Seguro?- El chico insiste y saca un inhalador de su chaqueta. Se lo ofrece. Le mira y niega con la cabeza. -Te ayudará, hazme caso.- Accede y coge el inhalador. Le quita la tapa y se lo lleva a la boca. Inspira hondo por la boca. Lo tapa y se lo devuelve a su compañero. -¿Mejor?- Le da una palmada en el hombro. -Si, muchas gracias.- Vuelve a sonreír. -Deberías ir a que te lo miren, a lo mejor eres asmático.- Àlex le mira y medita un instante antes de contestar. -No creo que sea nada, pero, lo haré...- Dice, no muy convencido.


domingo, 9 de diciembre de 2012

Sinopsis.

Veo que mi novela está gustando entre la gente que la está siguiendo. Lo primero quiero darles las gracias a toda esa gente, a los que me apoyan y me animan a seguir escribiendo.
Veo también que la gente se queda ansiosa, tras leer los capítulos, quieren saber más sobre la historia, ¿qué pasará?, ¿por qué ocurre esto? Bueno, pues tras mucho pensar, he decidido hacer una pequeña sinopsis para que os vayáis situando en la novela.
La historia se desarrolla en Barcelona, a día de hoy. Cuenta la vida de dos jóvenes, María de 15 años y Àlex de 16. Se conocen en el instituto por casualidad y surge entre ellos una estrecha amistad que acaba yendo a más. Pero, la vida les pone grandes obstáculos, problemas de salud, conflictos familiares, la distancia. Ellos lucharán por superarlos y por conseguir estar juntos. A través de la novela quiero mostrar el poder de superación, la fuerza de la amistad y del amor y como, a pesar de ser tan jóvenes luchan por superar los problemas.
Para crear el personaje masculino, Àlex, me he inspirado en mi ídolo, Àlex Monner. Él me enseñó a mi, a través de sus papeles, un montón de lecciones vitales para la vida y por eso, a demás de inspirarme para el personaje, también es mi inspiración en lo que es la historia que se cuenta en la novela.
Espero que sigáis la novela hasta en final y una vez más un millón de gracias a todos los que la leéis.

Empecemos con un para siempre.

Capítulo 3:
Última hora. Clase de historia. María está sentada en su pupitre. Después de la tormenta a primera hora, la cual le llevó a conocer a ese chico, Àlex, brilla el sol por fin. La luz ilumina y calienta ligeramente su espalda. Hace que algunos de sus cabellos se vuelvan de un rubio casi dorado. La profesora explica algo relacionado con la revolución francesa, o eso cree María, ha pillado pequeños fragmentos de explicaciones al vuelo y ha llegado a esa conclusión. Suena el timbre. Todos se disponen a recoger para irse a casa, pero la profesora los interrumpe. -Quiero que para mañana me hagáis un resumen y un trabajo de todo lo que hemos explicado hoy.- "Maldita sea, lo que yo diga, los profesores quieren arruinarnos la adolescencia." Piensa María mientras recoge. Sale de clase y corre detrás de dos compañeras suyas que han sido más rápidas y ya van camino a la salida. Las alcanza. -Sandra, necesito que me hagas un favor muy urgente.- Dice María con la respiración ligeramente acelerada por la carrera que se acaba de echar. -Déjame que adivine...- Dice su amiga con tono de ironía. -Has vuelto a estar en las nubes durante las explicaciones de historia y ahora necesitas que te deje mis apuntes para hacer el resumen y el trabajo. ¿Me equivoco?- María la mira y ríe. -Por favor Sandra, si el próximo día no traigo la tarea hecha, Isabel me echará la bronca, sabes que nunca he tenido demasiado auto control con esa profesora y no me gustaría pasarme las vacaciones de Navidad encerrada en casa tras una llamada del director acusándome de "agresión a un miembro del personal docente"- Imita la peculiar forma de hablar que tiene el director y ríe. -Está bien.- Su amiga accede entre risas. -Pero solo porque la imitación que has hecho de Alberto ha sido muy buena.- María le abraza fuertemente atrapando el cuerpo y los brazos de su amiga entre los suyos. -Gracias, te recompensaré, lo juro.- La suelta. Sandra le da sus apuntes y María se separa del grupo al llegar a la zona de los autobuses. Se despide con la mano de sus dos amigas mientras ellas se montan en su correspondiente autobús. Sigue su camino y atraviesa el patio delantero. A lo lejos ve a Àlex y sonríe automáticamente. -¡Eh tú, el chico de los favores!- Grita mientras camina a su encuentro. Él se gira y ríe al verla. "No podía ser otra persona que ella." Piensa. -Hola- La saluda una vez que han llegado a la misma altura. -Hola, ¿a si que vives por la zona?- Pregunta ella sonriente como siempre. -Si, vivo aquí cerca. Y tú por lo que se ve, también vives por la zona.- Sonríe. -¡Premio! Eres listo eh.- Bromea ella entre risas. -Pues claro, ¿a caso lo dudabas?- Le contesta él y acaba riéndose también. Empiezan a caminar en dirección a la salida del recinto del instituto. -Pues si, la verdad es que tenía dudas respecto a eso.- Mira a Àlex y ríe aún más. -Ya verás, ¡te vas a enterar!.- Él intenta atraparla, pero ella es más rápida y se escabulle echando a correr hacia la puerta. Él corre detrás intentando alcanzarla. Corren varias calles así. Como si de dos niños pequeños jugando se tratase. Por fin la atrapa y la apresa entre sus fuertes brazos. -Te pillé, ¿a que ahora no repites lo que dijiste antes?- Ríe fatigado. -¿A qué te refieres?- Intenta disimular pero se le escapa la risa. -¡No te hagas la tonta conmigo!- Ríe aún más y le revuelve el pelo a María, que se retuerce en sus brazos tratando de zafarse de él inútilmente. -¡Para! ¡Para, que me haces daño!- Grita ella. Àlex la suelta inmediatamente. La mira. -Perdona, me he pasado un...- María no le deja terminar la frase. Le da una colleja y sale corriendo. -¡Eres un blando!- Los dos ríen de nuevo. El vuelve a echar a correr tras ella. Pero esta vez, no con el propósito de atraparla, si no, con el de no perder de vista aún a la que, desde esa mañana, era su única amiga en aquella urbanización. Ella se detiene frente a una casa de fachada amarillo pálido, como la mayoría de casas que se encontraban en esa calle. Él la alcanza. Ella le ve llegar y ríe. -Gracias por acompañarme a casa.- Sonríe y mira a Àlex que se repone de la carrera apoyado sobre sus rodillas. Se levanta y la mira. Sonríe también. -De nada, aunque la verdad, no era mi intención acompañarte a casa.- Ríe un poco. -Pero, sabiendo que las vueltas del instituto serán tan divertidas si te acompaño, lo haré a partir de ahora, a demás, me queda de paso.- Señala con el brazo una casa un poco más adelante que la de ella, en la acera de enfrente. -¡Vaya! El mundo es un pañuelo. El chico que me ha salvado de una caída por la mañana y me ha perseguido corriendo todo el camino sin saber que me iba a acompañar hasta la puerta de casa, es mi vecino.- Ríe mientras se apoya en la verja que rodea su casa. -Entonces. ¿te importa que mañana por la mañana te pase a buscar para ir a clase? Pero sin carreras eh, que a esas horas de la mañana puede que la que tenga que salvar a alguien de una caída seas tú.- La mira y deja escapar una sutil risa. -Claro, a las ocho aquí.- Sonríe mientras abre la puerta de la verja. -Está bien, seré puntual.- Sonríe y se acerca a María. Ella le mira sin saber muy bien cuáles son las intenciones del muchacho. Àlex se acerca más y le revuelve el pelo de nuevo. Echa a correr calle arriba, mientras que ella, descentrada, ríe y grita: -¡Te vas a enterar mañana!- Él se para y observa como la chica cierra la puerta de la verja una vez dentro y entra en casa. Sonríe. Sigue su camino, esta vez sin correr, sin prisa.

 Camina hasta llegar a su casa. Abre la verja que, como en casi toda la urbanización, rodea la casa. Deja su mochila colgando de un solo brazo, mientras con el otro abre un bolsillo lateral de su mochila. Saca las llaves y abre la puerta. Entra en casa y una bocanada de aire cálido acaricia la piel de sus mejillas, enrojecidas debido al frío otoñal. Àlex sigue aún un poco fatigado después de haber corrido detrás de María calle arriba desde el instituto. Camina por el recibidor. -¡Hola mamá, ya he llegado!- Grita un poco, ya que prevé que su madre se encontrará en el piso de arriba, como de costumbre. -¡Estoy arriba Àlex!- Se oye una voz de mujer, amortiguada por la distancia que separa las estancias de la casa en las que se encuentra cada uno de ellos. Sube las escaleras y camina por el piso de arriba, guiándose por la voz de su madre, hasta llegar a una pequeña sala de estar. Una mujer, no muy mayor, de tez ligeramente sonrosada, de sonrisa y mirada muy dulces, enmarcadas por líneas de expresión y cabello negro, salpicado ligeramente por cabellos canosos, en resumen, una mujer hermosa, se encuentra acomodada en un sofá. Sujeta entre sus manos, una edición de bolsillo de Romeo y Julieta. Parece muy concentrada en la lectura, pero, en cuanto oye los pasos de su hijo atravesar la puerta de la sala, levanta la vista de las páginas del libro. -¿Ya has llegado de clase?- Mira a su hijo mientras sonríe. -Es obvio, ¿no? Si estoy aquí.- Àlex ríe mientras mira a su madre. -¿Qué? ¿Otra vez leyendo?- Señala el libro. -Si, no puedo hacer otra cosa, en la calle hace mucho frío y ya sabes lo propensa que soy a los resfriados.- Le dedica una sonrisa de lo más expresiva. -Tienes razón, perdona por haberte interrumpido, comeré algo y luego quizás vaya a hacer una prueba para el equipo de fútbol de la zona.- Camina hacia la puerta mientras su madre vuelve a enfrascar en la lectura. -Está bien, ten cuidado y pásalo bien.- Àlex desaparece escaleras abajo. Entra en la cocina y abre la nevera. Coge unas sobras de pasta y las calienta. Se come también una manzana. Sube a su habitación. Saca una bolsa de deporte del armario. Mete una camiseta blanca, unos pantalones por encima de la rodilla azules, unas espinilleras, unas medias y unas botas de fútbol, una toalla y un neceser para la ducha y una botella de bebida isotónica. Sale de casa con la bolsa al hombro. Saca unos cascos y se los pone. Selecciona una canción de su MP3 y lo guarda en el bolsillo de sus pantalones vaqueros.

 Pasa por delante de la casa de María. Una sonrisa se dibuja en sus labios al ver la figura de la chica a través de una ventana del piso de arriba. Lleva el pelo recogido y unos pequeños mechones de pelo caen sobre su cara. Tiene la cabeza ligeramente agachada, apoyada sobre sus manos. Tiene, la verdad, un aspecto bastante melancólico.

Àlex coge una pequeña piedra del camino. La tira suavemente hacia la ventana de María llamando su atención. La chica levanta la cabeza y se frota los ojos y las mejillas con el dorso de la mano. "¿Está llorando?" Se pregunta el muchacho, un tanto preocupado.  Ella le saluda con la mano y le sonríe, pero, no es la misma sonrisa de siempre, esa sonrisa natural que te llega al alma. No, no era esa sonrisa, era una muy diferente, triste, forzada. Àlex se ha dado cuenta de que no está  bien. Le hace un gesto para que baje. Ella se niega, pero él sigue insistiendo hasta que ella accede. La chica se levanta y se aparta los mechones de pelo de la cara. Su silueta desaparece tras la ventana. Él abre la puerta de la verja y se queda apoyado en ella. María no tarda mucho en llegar a la puerta de casa y la abre, pero no sale, se queda apoyada en el marco de la puerta. -Hola.- Àlex la saluda y le sonríe. -Hola.- Le contesta ella bastante desganada, con un hilo de voz, casi como un suspiro. Él no aguanta más al verla así. Extiende una mano. -Ven aquí anda...- Ella da un paso hacia delante, con la cabeza baja, posa su mano temblorosa sobre la de Àlex, las lágrimas brotan en sus ojos y resbalan por sus mejillas. Él agarra su mano y atrae a la chica hacia él. La abraza, un abrazo cálido. Coloca una mano sobre su cintura, la otra sobre su cuello. Ella coloca su cabeza, aún agachada, sobre el hombro de él y deja que las lágrimas caigan mojando la sudadera de Àlex. Él la abraza con fuerza, mientras le acaricia la espalda y el cuello. Ella le atrae hacia si fuertemente y rompe en llanto. Él ya no sabe que hacer para tranquilizarla, sus sollozos son como puñales, se clavan en su pecho haciendo que a él también le entren ganas de llorar. -María, ¿qué ocurre?- Susurra y sigue acariciándola, mientras ella rodea la espalda del muchacho con sus brazos.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Empecemos con un para siempre.

Capítulo 2:
Frente a él se levanta una chica, preciosa. Àlex sonríe. -Deberías ir con más cuidado, podrías haberte hecho daño.- Ella clava la mirada en sus ojos. Àlex se da cuenta de ello y se le escapa una risa ligera. La chica parece haberse congelado, sigue frente a él sin articular palabra. Reacciona. -Eh... Si, he entrado corriendo por que estaba lloviendo y...- Señala la puerta que hay a sus espaldas. Se queda en blanco. Àlex la mira un poco extrañado por la reacción. -¿Estás bien?- Pregunta mientras le suelta los brazos. -Si.- Contesta ella un poco más avispada y sonríe. Suena el timbre al final del pasillo. -Tengo que irme. Gracias por haber evitado que me partiera la crisma.- Ríe alegremente y antes de alejarse corriendo le dedica una mirada y una sonrisa. Àlex sonríe también.

Camina por los pasillos hacia el laboratorio de física. Pica a la puerta y se asoma. Es nuevo en el centro y aún no conoce a mucha gente. El profesor le hace un gesto para que entre. Atraviesa la puerta y camina tímido, silencioso, sin mirar ni dirigirle la palabra a ninguno de sus compañeros que le miran esperando un saludo o alguna reacción por su parte. Nada. Un silencio bastante incómodo inunda la clase. Sigue caminando entre las mesas de sus compañeros, sentados por parejas para sabe dios que tipo de experimento mañanero. Se sienta en la última mesa del laboratorio. Solo, como lleva haciendo desde que llegó. Saca el libro de física y lo abre  por una página cualquiera. El profesor sigue con la clase. Àlex no presta atención, se enfrasca en sus pensamientos, examina los dibujos y nombres pintados sobre la mesa, mira por la ventana, llueve, se acuerda de esa chica a la que salvó hace un rato de una caída en el pasillo. Sonríe. Se queda así el resto de la clase, su cuerpo está sentado en la mesa, pero su mente viaja lejos de aquella clase, un tanto sombría en esa mañana. El profesor sigue con las explicaciones. El tiempo pasa rápido, casi como si volase. Suena el timbre y con su sonido el consecuente barullo de estudiantes en el pasillo. Intenta hacerse paso a través de la gente, casi a empujones. Tiene que ir al aula de literatura, pero no sabe donde está. A lo lejos, como si se hubiese percatado de que necesitaba ayuda, aparece ella, la chica de antes. Camina a su encuentro. Ella se gira hacia su taquilla. Mete un par de libros y saca una carpeta que aprieta contra su pecho para que no caiga al suelo. Àlex camina hacia ella. -Hola- Él la saluda alegremente. Ella se gira un poco sobresaltada. -Vaya, me has asustado. Hola.- Él la mira y ríe. -Perdona, no quería asustarte. ¿Sabes como podrías devolverme el favor?- La mira sonriendo. -¿A qué favor te refieres?- La chica le mira confundida. -Recuerda que hace un rato evité que te rompieras la crisma. Es cuenta como un favor, ¿no?- Ríe. -Ah si. Pues dime,¿cómo puedo devolvértelo?- Pregunta ella mientras no deja de sonreír. -Acompáñame al aula de literatura, soy nuevo y no conozco el instituto. A demás, ahora con el cambio de clase, los pasillos están a reventar y no me oriento.- Àlex intenta parecer sociable, puede que ella sea una de las primeras amigas que haga en ese instituto. -Claro, tengo tutoría y para no hacer nada, hago la buena acción del día. Aparte, acabo de soportar una hora de filosofía, me merezco un descanso.- Ríe. -Perfecto, vamos, no quiero llegar tarde.- La mira y mantiene la sonrisa en la cara.

Suben unos cuantos tramos de escaleras. Hablan. Sonríen. Se nota mucha complicidad entre ellos a pesar de haberse conocido hace unas horas. Ríen. Bromean. Llegan a la tercera planta. Se detienen al lado de una puerta. -Bueno, aquí está, aula trescientos quince.- Dice ella mientras sonríe, aunque no parece muy contenta de separarse de Àlex. -Está bien, muchas gracias...- Àlex se queda en blanco. Llevan hablando un rato y ni siquiera sabe su nombre. -De nada.- Se dispone a dar la vuelta para desaparecer al fondo del pasillo como cuando se conocieron, cuando para en seco. -Ah, por cierto, soy María.- Ella le mira y sonríe dulcemente, de manera muy natural, tan natural como ella. -Àlex, encantado.- Le devuelve la sonrisa. Ella ríe ligeramente. -Lo mismo digo, Àlex.- Él la mira y sonríe aún más, escuchar su nombre en los labios de María le produce una extraña sensación de bienestar, de confianza. Por un momento se olvida de que es nuevo en el instituto, de que, antes de conocer a María, estaba completamente solo; ella hace que olvide todos sus problemas.

martes, 4 de diciembre de 2012

Empecemos con un para siempre.

Capítulo 1:

Ella, habitación en penumbra, permanece en su cama sumergida en un plácido sueño, se refugia en el calor de las mantas en esta mañana otoñal. Suena el despertador. Las siete en punto. Un locutor se presenta alegremente en la emisora de radio nacional. Buenos días Barcelona, buenos días mundo.
María decide levantarse, un tanto adormilada. Lunes, primer día de la semana. -¡Qué pereza de día!- Resopla. Abre la puerta del armario. Se queda meditando unos instantes. -No sé que ponerme...- Se acerca a la ventana, corre las cortinas. El sol brilla, pero hace frío. Vuelve al armario. Coge unos pantalones vaqueros, un jersey y unas botas de agua, aunque no llueve. "Nunca sabes que esperarte del tiempo en Barcelona" Piensa ella mientras se quita el pijama y lo deja doblado en una esquina de la cama. Se viste. Va al baño y se lava la cara, se peina, se mira al espejo y observa sus mejillas sonrojadas por el calor de la calefacción. Vuelve a la habitación y mira el horario de clase. -Filosofía a primera, ¿quieren que nos durmamos o qué?- Suspira y mete los libros correspondientes a las clases que tiene a lo largo de la mañana.
Coge la mochila y baja las escaleras rápido, de dos en dos, demasiado ágil para haberse acabado de levantar. Entra en la cocina. -Buenos días.- Sonríe y le da dos besos a su madre. -Buenos días cariño.- Le contesta ella con un tono muy dulce y sonríe al notar los besos de su hija. María se acerca al armario y saca un vaso y una taza, se sirve zumo de naranja y un poco de leche. Mete pan a tostar. Enciende la radio y sintoniza una emisora musical. Pasea por la cocina mientras tatarea la canción que están poniendo en la radio. Salta el pan de la tostadora. Coge un plato y mermelada de frutas del bosque. Se sienta al lado de su madre. Bebe un poco de zumo, extiende un poco de mermelada al pan y le da un mordisco. -Me ha llamado papá.- Dice María mientras intenta no bombardear a su madre con las migas del pan que está masticando. Su madre coge su taza y le da un sorbo al café caliente. -Y,.. ¿Qué te ha dicho?- Mira a María. -Que tiene ganas de verme, le he dicho que no.- Mira a su madre y se termina el  pan, coge la taza de leche y bebe un sorbo. -María, sé que lo que nos hizo tu padre no estuvo bien, pero...- María se levanta antes de que su madre termine la frase. -¿Sabes qué? No me apetece discutir sobre el tema y a demás, llego tarde.- Sube las escaleras hacia el cuarto de baño y su madre resopla. María se lava los dientes. Baja de nuevo. Sale de casa sin despedirse. Se pone los cascos y camina hacia el instituto.

Camina tranquila, hermosa. Pelo castaño y liso, le llega a la mitad de la espalda, ojos grandes y oscuros, mirada profunda, casi como si hablase por si misma, sonrisa natural, preciosa, cautivadora. Mira al cielo, el sol ha dejado de brillar y en su lugar lucen nubes de un color grisáceo. Sonríe ligeramente satisfecha por su deducción. Empiezan a caer gotas, al principio finas y ligeras que acaban convirtiéndose en una tormenta. Corre hacia la puerta del instituto que ya se ve a lo lejos. Sube corriendo las escaleras que dan a la puerta principal. Entra en los pasillos corriendo. Resbala y está a punto de caerse, pero, alguien le agarra por detrás, unas manos le agarran por debajo de las axilas y hacen fuerza sosteniéndola y ayudándola a levantarse. María se pone de pie, en frente de ella un chico, alto, atlético. La mira sonriente mientras le agarra, esta vez por los antebrazos, con suavidad. Ella clava la mirada en la del muchacho, ojos verdes, vivos, alegres.

Empecemos con un para siempre.

"Empecemos con un para siempre" es una novela escrita por mí, cuenta la historia de dos adolescentes, María y Àlex, que se conocen en el instituto, se dan cuenta de que hay conexión entre ellos, pero también, que en la vida no es todo alegría, se encontrarán obstáculos que deberán superar juntos y por su cuenta, ¿conseguirán permanecer juntos y felices a pesar de los golpes que les da la vida?