domingo, 30 de diciembre de 2012

Empecemos con un para siempre.

Capítulo 5:
Àlex va hacia los vestuarios acompañado de su compañero que aún sigue un poco preocupado. No se siente cómodo siendo el centro de atención. Toma una ducha rápida. Se pone la ropa con la que había llegado al polideportivo. Se echa un poco de colonia y con el pelo todavía empapado sale del recinto. Vuelve a colocarse los cascos. Enciende de nuevo su MP3. Esta vez suena Imagine de John Lennon. Hay que reconocerlo, le encantan los clásicos.
La temperatura ha bajado y hay bastante humedad. Se le sonrojan ligeramente las mejillas y la nariz por el frío. Empieza a toser. Llega a la calle en la que vive. La calma se ha ido. A pesar de llevar los cascos puestos Àlex nota un murmullo. Quita la música y guarda los cascos y el MP3 en su bolsa. A medida que va subiendo la calle el murmullo se hace más fuerte. Es una discusión. Reconoce perfectamente la voz de María en esa conversación. No consigue entender cual es el motivo de tanto jaleo. En ese momento la chica sale de casa dando un portazo. Lleva una mochila al hombro. Camina rápido y con paso firme. Parece no haberse percatado de la presencia del chico, que sigue mirándola. Empieza a alejarse, cuando la madre de María abre la puerta y sale al porche. -¡María, vuelve aquí ahora mismo o no entras más en casa!- La chica se gira. -¡Puede que sea lo mejor, irme y no volver!- Grita con la voz temblorosa. La rabia le corroe por dentro. Se vuelve a girar y sigue andando. Àlex no se lo piensa dos veces. Corre detrás de la chica y la agarra del brazo. -Eh, eh, eh ¿Dónde vas?- Se gira y ve al muchacho. Su expresión de rabia cambia a una de impotencia y debilidad. -No lo sé...- Las lágrimas empiezan a manar de sus ojos y recorren sus mejillas. -Me buscaré algún hotel o me iré al centro con Sandra.- Suspira con resignación al verse apenas sin recursos. Se limpia las lágrimas. -Ni hablar, el centro está bastante lejos y ya es de noche. Tú te vienes conmigo a casa.- Pone las manos sobre los hombros de la chica y los acaricia suavemente. Ella tiene ahora un aspecto frágil y delicado que hace que se vuelva protector con ella. -Pero, ¿cómo me voy a meter en tu casa? No se lo has dicho a tus padres ni nada- Posa la bolsa en el suelo. Frota sus manos para calentarlas. Él las coge entre las suyas y las acaricia. -Confía en mi, ¿vale?.- Le sonríe de una forma especial. Aquella sonrisa transmitía confianza y seguridad, era una sonrisa cálida y cautivadora. María sonríe un poco más calmada. -Vale, pero no quiero molestar.- Àlex enarca una ceja. -Siempre tienes que andar con peros...- Suspira. -Te estoy diciendo que no te preocupes, ¿no?- Ríe dulcemente. -Vale, vale...- Ella deja salir una suave carcajada. -Venga, vamos que hace un frío que pela- Sonríe. La mira y recoge su bolsa del suelo. Ambos caminan hacia la casa del muchacho. Saca las llaves de casa. Abre la puerta y la invita a pasar con un gesto. -Ven.- Suben las escaleras. -¡Mamá, ya estoy aquí!- Solamente hay silencio. Recorren la planta de arriba. Está vacía. El muchacho encuentra un posit pegado en la mesa de la sala de estar. "Estoy en una concentración con el grupo de lectura, tienes la cena en la nevera. Pasaré la noche en un hotel de Igualada. Un beso. Mamá." Àlex curva en sus labios una media sonrisa. María le mira sin saber muy bien lo que ocurre. -¿Qué pasa?- Se gira hacia ella sonriendo. -Nada, que estamos solos. Mi madre es una friki de la lectura y se ha ido a Igualada a una concentración con su grupo de lectura, no llega hasta mañana.- Ríe y sale de la sala de estar. -Ah, ¿debería tenerte miedo si nos quedamos solos?- Ríe y le sigue por los pasillos. -No, creo que no. Nunca me ha comido a nadie ni nada de eso- Bromea y se para frente a una puerta. La abre y entra. Busca a tientas el interruptor de la luz por la pared. Lo encuentra y lo activa. Parece su cuarto. Una habitación con aire juvenil. Paredes de color verde pálido, estanterías, armarios y muebles de madera de un color claro, edredón de la cama blanco, hay un escritorio con un portátil y una lámpara de estudio. Una estantería llena de libros, Becker y Shakespeare firman la mayoría de ellos. En una esquina de la cama un pequeño montón de ropa perfectamente doblada. -Vaya, bonita habitación y que ordenada.- La muchacha pasa y sonríe. Lo examina todo al milímetro. -¿Dónde puedo dejar esto?- Se quita la mochila que lleva colgada al hombro. Él se gira y la mira. -Ahí mismo.- Señala un espacio al lado de la cama. Abre el armario y saca de la balda de arriba un colchón hinchable y una pequeña máquina con una boquilla. Extiende el colchón e introduce la boquilla de la máquina en un agujero que hay en un lateral. Acciona el interruptor del aparato y el colchón se hincha poco a poco. -¿Tienes hambre?- Àlex mira a la chica sonriente y se dirige hacia la puerta. -Un poco- Ella le sigue. Bajan las escaleras y llegan a la cocina. Él busca por la nevera en busca de la comida que le había dicho su madre. Nada. Está prácticamente vacía. -¿Qué te parece si pedimos una pizza?- Se gira hacia la chica cerrando la nevera y se apoya en la encimera. -Genial.- María sonríe. -Vale, pues entonces voy llamando a la pizzería, tu mientras puedes darte un baño si quieres, te vendrá bien para relajarte y entrar en calor.- Sonríe y sube las escaleras. -Me parece bien.- La chica le sigue escaleras arriba. Van a la habitación. Ella coge un pijama de su bolsa y él comprueba el colchón al que todavía le falta un poco para acabar de hincharse. -Ven, te enseñaré el baño.- Salen de la habitación y caminan por un pasillo. Llegan al fondo de este y giran a la derecha. El muchacho abre una puerta blanca y entran. La chica mira a su alrededor. Una bañera, un lavabo, una estantería, un pequeño armario y poco más. Àlex señala el armario. -Ahí tienes las toallas y en la estantería el champú y el gel.- Se gira para irse. -¡Ah! Y ten cuidado, gradúa bien el agua, que al principio sale el agua muy caliente.- Le dedica una media sonrisa y desaparece, cerrando tras de sí la puerta. María se apoya en el lavabo. Deja las tollas sobre el mármol. Se retira el pelo de la cara con una mano. Se muerde suavemente el labio inferior. Su gesto de preocupación se transforma en una amplia sonrisa cuando aparece el joven en sus pensamientos. -Esto empieza a asustarme...- Susurra para si misma. Resopla y se gira de cara a un espejo que hay sobre el lavabo. Mira sus mejillas sonrojadas. Se da cuenta de que el causante de ello es él. Se sonroja más. Ese chico ha pasado de ser uno de los pocos amigos que tenía allí a ser la persona en la que pensaría todas las noches antes de irse a dormir. Curiosamente, hoy, tendría que hacerlo a su lado. El hecho de pensar que se pasará la noche dándole vueltas a eso, mientras él duerme al otro lado del colchón la inquieta. El tiempo que pase allí puede convertirse en un infierno o, al contrario, en la oportunidad perfecta para olvidarse de todos los problemas.

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