viernes, 11 de enero de 2013

Empecemos con un para siempre.

Capítulo 6:                 
  
 Semanas más tarde, María seguía alojada en casa de Àlex, en ese tiempo en el que convivieron juntos la complicidad entre ellos iba en aumento. Se dedicaban caricias, miradas y sonrisas antes de dormirse, el uno junto al otro. Otras veces discutían como si de dos niños pequeños se tratasen, pero esto no duraba mucho, lo arreglaban con palabras de disculpas y tiernos abrazos. Se podía pensar mil cosas sobre ellos, pero una cosa está clara, estaban locos el uno por el otro, aunque no se dieran cuenta.

La luz del sol empieza a colarse por la ventana de la habitación, él ya despierto la observa mientras ella abre lentamente los ojos y se despereza. -Buenos días dormilona.- Lo dice con cierto tono burlón pero con toda la delicadeza del mundo. -Buenos días imbécil.- No tiene muy buen despertar pero lo dice entre risas. -Ah, muy bonito.- Se gira dándole la espalda y se sienta en el borde de la cama mientras se aguanta la risa. Ella ríe. Se acerca por detrás y le abraza rodeando su cuello y dejando las manos sobre su pecho. -No te enfades, ¡qué es sábado!-  Le da un mordisco en la mejilla, sabiendo que eso le va a hacer reaccionar. -¡Ah! ¡Eres una bestia!- Ríe y se gira hacia ella. La coge por los antebrazos y la tumba en la cama sujetándola para que no se mueva. -No lo vuelvas a hacer.- La mira a los ojos. -¿El qué?- Intenta hacerse la inocente pero no puede evitar reírse. -Lo sabes bien.- Enarca una ceja sin dejar de mirarla. -No, no lo sé.- Consigue dejar de reírse y clava su mirada en los ojos del muchacho. En ese instante, a ella se le viene a la cabeza la imagen del día en que se conocieron. El corazón se le acelera un poco, lo nota, nota sus propias pulsaciones, nota también el rubor que aparece poco a poco en sus mejillas. Àlex nota sus reacciones y, sin saber por qué, empieza a notar lo mismo. Como si hablasen con tan solo mirarse se dan cuenta de que la amistad que hay entre ellos se ha convertido en algo más. Poco a poco, deja las manos de la muchacha libres y se separa un poco. Acto seguido, ella se sienta frente a él. El momento aumenta aún más la atracción entre ambos. Él se inclina hacia ella mientras posa suavemente la mano sobre la cintura la muchacha, lo hace despacio y con delicadeza. No quiere asustarla, al fin y al cabo es la única amiga que tiene y si la perdiese no le quedaría nada. Ella no se muestra incómoda, le mira mientras se acerca y coloca una mano sobre el cuello de Àlex, le acaricia lentamente con la yema de los dedos. Vuelve a perderse en la profundidad de los verdes ojos del muchacho, pero esta vez no se queda ahí. Desciende y observa sus labios, su barbilla, cada uno de sus rasgos, observa su mano apoyada sobre le cintura de ella. Se inclina también hacia él. Están cerca, muy cerca, tanto que el aire de sus respiraciones se mezcla. Ninguno de los dos quiere perder la oportunidad que se les acaba de presentar, pero el miedo de perderse mutuamente sigue ahí. Él se acobarda un poco, pero María no, es impulsiva y decidida y, en este momento, mucho más. Se inclina tanto hacia él que hace que el muchacho tenga que retroceder un poco para que sus frentes no choquen bruscamente. Sus  labios acaban por rozarse. Ella cierra los ojos, mientras Àlex permanece con los ojos abiertos. No acaba de creerse lo que está pasando, no quiere perderse ningún detalle. Esta vez es él quien se acerca más. Los labios de ambos acaban por juntarse del todo. Se funden en un beso lleno de sentimiento. Acaba por cerrar los ojos y así disfrutar y sentir todas y cada unas de las sensaciones que aquel momento les transmite. La muchacha sonríe a mitad de aquel beso que, por desgracia, se interrumpe cuando un ruido alerta a la pareja. Se oyen golpes en la puerta y se separan bruscamente justo en el momento en que la puerta se abre, detrás de ella aparece la madre de él. -Ya está el desayuno, en cuanto queráis podéis bajar.- Sonríe y desaparece tras la puerta. La verdad es que era una mujer muy agradable y risueña, había aceptado a María en su casa, aunque solo fuese de forma temporal, como si fuera una más de la familia. ¿Quién sabe? Algún día podría pasar a formar parte de ella.

Tras el momento que acaban de vivir, ambos se miran fijamente. Ella es la primera en sonreír, él lo hace a continuación. María se levanta y va hacia el rincón donde tiene su ropa. Se pone en cuclillas frente a su bolsa. Su largo cabello cae de lado sobre uno de sus hombros. El tenue rayo de luz que los había despertado ahora era mucho más brillante y convertía algunos de los cabellos que sobresalen por encima de el resto en finos hilos dorados. Àlex le mira embobado, observa su espalda, esbelta y un poco encorvada hacia delante a causa de la postura. La muchacha coge su ropa y se levanta, sacando de su ensimismamiento al joven que continuaba observándola. Ella se gira hacia la cama donde se encontraba y deja la ropa sobre ella. Sonríe y se acerca al muchacho de nuevo. Vuelve a juntar sus labios, pero esta vez en un beso fugaz el que hace que los corazones de ambos se estremezcan. Él sonríe e incluso deja escapar una ligera carcajada entre dientes a prueba su felicidad. 

domingo, 6 de enero de 2013

Si vens amb mi jo et portaré als llocs que fa temps vas somiar.


Abre los ojos si quieres, la vida está pasando delante de ti. Cierra los ojos si crees en ti. Lluvias de estrellas caen sobre tu cama, no tengas miedo. Quédate conmigo encontrarás lo que quieres, aquí tocarás el horizonte. Si vienes conmigo yo te llevaré a los lugares que hace tiempo soñaste. Si hoy sonríes podremos volver empezar. Intensamente vivos. Dime que verás si miras fijamente en el espejo. Mil cristales rotos por ti. Fuera en la calle nadie ve lo que sientes, todo es más oscuro. Dame la mano y te haré recordar secretos que te harían volar. Si vienes conmigo yo te llevaré a lugares que hace tiempo soñaste. Si hoy sonríes podremos volver empezar. Intensamente vivos. Si vienes conmigo yo te llevaré a los lugares que hace tiempo soñaste. Si hoy sonríes podremos volver empezar. Intensamente vivos.