viernes, 29 de marzo de 2013

Empecemos con un para siempre.

Capítulo 7:

Cinco y media de la tarde, ya es invierno, el frío, que era ya muy intenso en otoño, se había vuelto casi insoportable, prácticamente obligaba a quedarse en casa para no enfermar.
Más de una decena de chicos corren por el césped sintético del campo de fútbol, entre ellos Àlex, ya está completamente integrado y ha formado un pequeño grupo de amigos dentro del equipo.
-Eh Àlex, muy guapa tu chica.- Un amigo suyo se le acerca mientras estiran y le da una palmada en la espalda. Él sonríe y asiente. Se escuchan carcajadas de fondo y se gira. Allí estaba ella, en las gradas, cada día más hermosa, irradiando alegría. En esta ocasión le acompaña una de sus amigas, Sandra. Una chica de la misma edad que María, más bien alta, de cuerpo atlético, su cabello de color oscuro cae sobre sus hombros formando pequeñas hondas y tirabuzones. Sus gafas de pasta de color negro le daban un aire muy intelectual, de hecho, lo era. Ambas visten vaqueros ajustados y sudadera. Bromean y ríen entre ellas, llevan una cámara de fotos frente a la que posan poniendo muecas y caras extrañas.
Pero las risas no duran mucho, María se acerca a su amiga susurrándole algo, Sandra abre los ojo como platos, la mira desconcertada y no sabe que decir. -Pero, María, ¿cuándo piensas irte?- Ella resopla. -Este fin de semana.- Mira hacia al campo. -No puedes hacer esto. ¿Qué pasa con Àlex, lo vas a dejar?- La muchacha salta a la defensiva. -¡A ver, que yo no quiero irme! Me obliga mi madre, quiere que le vea...- Resopla y camina hacia la salida, su amiga la sigue y salen del recinto.
Después de un tiempo con Àlex, ella decidió volver a casa y hablar las cosas con su madre, pero lo que no sabía era que eso era el comienzo de la peor etapa de su vida.
Las dos chicas caminan hasta llegar a la casa de María, ella se detiene frente a la puerta, introduce la llave en la cerradura, la gira una vez y se oye un sonido metálico, la puerta se abre y entran. La casa está vacía, están solas. Deciden subir a la habitación. Sandra se echa boca arriba en la cama, coge un pequeño cojín y la aprieta contra su pecho. Mira a su amiga que se sienta en la silla que hay delante del escritorio. Ha cogido la guitarra y coloca sus dedos delicadamente sobre el mástil. Su otra mano se desliza sobre las cuerdas dejando varios acordes en el aire. Ninguna de las dos habla. Las dos permanecen en silencio. No se han dirigido ni una palabra desde la conversación que tuvieron en el campo de fútbol.
María está como ida. Tiene la mirada perdida y está como apagada, triste, muy melancólica. Lo único que se le pasa por la cabeza ahora es Àlex. ¿Cómo se lo va a decir? No quiere separarse de él hora que todo iba bien. Siente rabia, impotencia. Como si alguien o algo estuviera empeñado en no dejarla ser feliz.
Sandra decide romper el silencio. -Sabes que tarde o temprano tendrás que decírselo, ¿verdad?- María deja la guitarra y cruza las piernas. Resopla. -Si, lo sé, pero no es fácil, ¿cómo se lo digo? ¿Cómo le digo que me voy y que no sé ni si quiera si voy a volver?- Su voz se entrecorta y sus ojos se humedecen, se los limpia delicadamente con el dorso de la mano dejando en el aire un perfume inconfundible, salado y amargo a la vez, el olor de las lágrimas, unas lágrimas que María jamás dejaría caer en presencia de su amiga, es demasiado orgullosa, aunque quizá sea el momento idóneo para dejar a un lado el orgullo.
-Tienes que afrontarlo, sé que es difícil pero no puedes irte sin decirle nada, le dejarías destrozado.- Sandra se ha incorporado y ahora mira a su amiga sentada al borde de la cama. Esta la mira con cierta ausencia y, por primera vez en mucho tiempo rompe a llorar delante de su compañera.

"It's so quiet here, and I feel so cold."


"¿Qué no veus que tot ha passat? Que a dins teu res a canviat."


"Som herois del segle XXI, immortals, amb ganes de riure i de viure mil aventures més."


"Són 5000 nits esperant que demà siguis al meu costat."


"Paraules somiades."